La semana pasada leímos la opinión de mi compi sobre el empleo de la música pop en clase. Hoy, me toca a mí dar mi visión sobre este tema tan controvertido para los profes.
Todos nosotros estamos en contacto con la música pop, pues es la música por excelencia de nuestro tiempo. Escuchamos pop todos los días: en el autobús, en los centros comerciales, en la televisión, en el gimnasio, etc.
Personalmente, tengo una lucha interna con este tema, pues me considero muy purista a la hora de elegir el repertorio que les propongo a mis alumnos. A pesar de todo, sí creo que el pop es una herramienta muy útil para los profesores de instrumento.
Para empezar, porque podemos usarla para aprender solfeo.
El pop es un estilo muy pegadizo y nos sirve para trabajar el ritmo. En ocasiones, nos encontramos en la partitura ritmos nuevos, como tresillos, síncopas, hemiolias, etc. Algunos alumnos presentan dificultades con estos ritmos y, si les ofrecemos un ejemplo musical de una canción que conocen, les resulta mucho más fácil aprenderlo. Es el mismo truco que se emplea con los intervalos –aprender que la canción de “Pinocho fue a pescar” comienza con una cuarta justa-, pero extrapolado al ritmo.
Además, el pop es una de las herramientas clave a la hora de comenzar a aprender armonía.
Poner ejemplos sonoros a la teoría que aprendemos con este género es muy sencillo. Para aquellos que comienzan sus andadas en el mundo armónico, el pop es una primera parada, pues suele presentar una armonía muy básica, en la que reconocemos fácilmente la función de los acordes principales y alguna que otra modulación.
Este género me gusta mucho como recurso en el uso de las nuevas tecnologías en el aula.
Motivar al alumnado a buscar partituras de sus canciones favoritas y, después escribirlas en un editor de partituras para su propio instrumento, es una buena forma de comenzar a tener contacto con este tipo de programas. Una vez que se controla el manejo del programa, sólo depende de cada uno ponerse a crear sus propios arreglos o hacer únicamente una transcripción. Como hemos mencionado antes, la música pop es sencilla de arreglar, debido a que su armonía no suele ser compleja, así que es una buena forma de comenzar con los arreglos. Pero, ¿qué artista pop actual no graba sus canciones? Podemos completar la unidad didáctica con la grabación en audio y vídeo de ese arreglo o transcripción que han creado. De esta manera, aprenden a manejar plataformas de sonido y vídeo al igual que hacen sus cantantes favoritos.
El género pop puede servirnos también de puente hacia otras músicas del mundo.
Una vez hemos empezado a hacer una transcripción de una canción que el alumno haya elegido, podemos proponerle hacer una transcripción de músicas tradicionales, como el tango, las czardas, las jotas, las sardanas, las sicilianas, etc. Es muy importante para el músico conocer otros géneros musicales tradicionales, no sólo la música clásica. Y esta puede ser una forma de introducirse en el extenso mundo de la música tradicional popular.
Pero, como he dicho al principio, mi parte más clásica se pone un poco nerviosa cuando oye hablar de la música pop en clase de instrumento. El pop como herramienta sí. Es un recurso muy útil para conseguir diversos objetivos. Pero, en mi opinión, no nos sirve para conocer el lenguaje de la música clásica pues, aunque ambos son música, son idiomas muy diferentes. No coinciden las formas de frasear, la intención de las dinámicas, del mensaje, etc. El pop suele ser una música que necesita texto. La música clásica instrumental no se sirve del él para transmitir. Creo que, si los alumnos se acostumbran a tocar pop en clase, porque es lo que es familiar y lo que les resulta más sencillo técnicamente, no van a aprender a transmitir el mensaje de la música compuesta para sus instrumentos. La música clásica es más ardua de abordar, pues nos suele resultar más ajena, no solemos estar en contacto con ella como lo estamos con el pop. Y, al ser más compleja armónica, técnica y musicalmente, también necesita de más estudio y tiempo para llegar a comprenderla, conocerla y hacerla nuestra. Si le damos a un alumno, especialmente si es pequeño, algo sencillo con lo que entretenerse, corremos el riesgo de perder su interés por seguir indagando en el mundo musical. Y más en los tiempos que corren, en los que queremos todo ya y ahora, y no tenemos paciencia e interés por el aprendizaje y el progreso.