Todos nosotros, grandes y pequeños, nos hemos encontrado alguna vez con una gran “montaña” delante y nos hemos preguntado si merecía la pena intentar escalarla o era mejor abandonar el camino.
Tras varios años en el mundo laboral musical, he alcanzado un nuevo pensamiento y mantra en mi vida: “el único que no lo consigue es el que se rinde”. Yo también he tenido que enfrentarme a muchas montañas. Ha habido muchas ocasiones, ya desde pequeña, en las que me he planteado abandonar. He pensando que nunca iba a ser lo suficientemente buena como para formar parte del selecto mundo artístico, que no valía, que no podía, que no lo conseguiría, que no merecía la pena todo el esfuerzo y sacrificio, etc.
Bien, pues todas las montañas son escalables. Somos mucho más fuertes de lo que nos creemos y nuestras grandes aliadas son la constancia y la perseverancia. Pero, también es necesario conocer a nuestros enemigos:
La frustración, es un sentimiento que aparece cuando un individuo no puede satisfacer un deseo. Cuando hemos trabajado por conseguir una meta y no lo hacemos, es normal sentirnos frustrados por un tiempo breve. El problema viene cuando esa frustración se prolonga y envenena nuestras ganas de seguir trabajando por ese deseo. Es importante poder mirar la situación con perspectiva, establecer si el objetivo era realista y analizar las causas que han impedido conseguir la meta. Pero siempre de forma objetiva y sin caer en victimismos como: “el tribunal me tiene manía” o “fulanito tiene fama de ser muy bueno y yo no”, “el pianista acompañante no me seguía”, “la cuerda nueva suena mal”, “la caña no funcionaba bien”, etc.
La inseguridad. Ay, la inseguridad… Este sentimiento que viene a visitarnos y derrumba la confianza en nosotros mismos. Suele venir provocada más por agentes externos que por agentes internos. Es decir, aparece cuando el miedo al qué dirán nos seduce. Miedo a fallar, a que nos rechacen, a que no nos aprueben o quedemos en evidencia. Y, estas cosas, son las grandes pesadillas de los artistas. Nos sentimos examinados de forma continua por nuestros profesores y nuestros compañeros. No tenemos un momento de respiro, en el que podamos fallar o flaquear. Y es que, detrás de la inseguridad se haya el perfeccionismo, algo innato en todos nosotros. Es muy importante aceptar que la perfección no existe y que es de nuestras debilidades de lo que más aprendemos, cuando somos capaces de transformarlas y convertirlas en aliadas. Eso sí, la primera regla es: no compararse con nadie. Cada uno de nosotros es único y tiene algo que ofrecer al mundo. Y, la segunda: no tengas miedo a mostrar tus debilidades. Es importante hablar de ellas de forma natural, para poder superarlas.
Por último, tenemos la duda. Somos humanos luego, dudamos. La duda, por sí misma, sólo implica comprobación. Pero si se convierte en algo compulsivo, nos conduce a la ansiedad. De nuevo, el miedo. Al no conseguir una meta es muy normal que nos entren dudas, y que cuestionemos nuestra preparación, actuación, etc. Todo este proceso es muy positivo, pues nos estimula a buscar mejoras y soluciones. Pero puede ser muy destructivo si no lo controlamos. Dudamos de nuestras capacidades, de nuestro propio trabajo, de nuestras posibilidades. Y nos convertimos en nuestro peor enemigo, pues llega la temida frase: no puedo, no valgo, no sirvo.
Así pues, estos tres aliados: la frustración, la inseguridad y la duda, pueden confabularse para derrotarnos y hacer que dejemos de perseguir nuestros objetivos, aquellas cosas con las que disfrutamos. O pueden servirnos como herramientas para hacernos más fuertes, superar las adversidades y conocernos mejor a nosotros mismos, en este camino llamado vida.
¿Y vosotros? ¿Cuáles creéis que son vuestros enemigos? ¿Cómo los afrontáis? Escribidnos y contadnos vuestras opiniones. ¡Os leemos!